Qué es el éxito? Moscas... o mojcas?

Cuando nos encontramos en uno de aquellos momentos introspectivos y pensamos en el sentido de la vida, en el verdadero significado del éxito, inevitablemente llegamos una y otra vez a la misma conclusión: “tú dices moscas... o mojcas?”

Ya a estas alturas todos hemos oído los clichés que el éxito no se mide en dólares, que muchísimos billonarios viven atormentados por traumas que no se solucionan con dinero, que Dan Bilzerian es una persona triste, etcétera.

Dan Bilzerian es una persona triste

Pero hace poco escuchamos otra definición: “tener éxito significa poder dormir tranquilo todas las noches”. Una muy buena definición, cargada de significado, pero quizá destinada a popularizarse, trivializarse, y convertirse en un cliché más.

Nosotros no dormimos bien. Temas elusivos e importantes como el significado del éxito, la felicidad, la vida examinada, ya no deben atraer explicaciones profundas ni científicas. En primer lugar porque las explicaciones profundas ya han sido expresadas hace miles de años (léase Platón, Séneca, Epicuro), y en segundo lugar porque la ciencia aún no ha logrado explicar nada concreto en estos temas (estamos en la pre-historia científica en temas psicológicos y neurológicos).

La explicación de hoy, de la tercera década del tercer milenio, tiene que ser simple, casi trivial, nada pretenciosa, pero cargada de vitalidad.

Por eso:

“Tú dices moscas... o mojcas?”

Porque poder hacer esa pregunta de manera genuina y con auténtica curiosidad, significa estar libre de ansiedad, de fragmentación mental, de agobios intrascendentes. Significa estar en el here and now, estar liberado.

Background

Para entender los de las moscas, hay que retroceder a comienzos de diciembre del año 2014, cuando nuestro fiel colaborador J cumplía ya quince meses de enamorado con una mujer made in Colombia: “N”. Una relación intensa, interesante, y controversial que paleteaba entre viajes de él a Bogotá entre semana y visitas de ella a Lima los fines de semana largos.

Ya para el noveno mes, se había hecho intercambio de regalos a los familiares. Ojo: a los familiares. J a los padres de N, y N a los padres de J. Los presentes ofrecidos por N a la familia de J eran, como dicen los gringos, over the top, excesivos en opulencia y en cantidad.

Esta asimetría incomodaba a J, quien decía una y otra vez que “la sociedad ya ha evolucionado, entiendes? Ya no se necesitan chaperonas”.

La relación continuaba la marcha hacia adelante. Pronto llegaría el incómodo momento de arrodillarse y pedir la mano y todo lo demás. N pensaba que quizá para navidad.

Comienzos de diciembre

Aquí es cuando N se entera de que J tenía otros planes para navidad: viajar a Australia y converger en Brisbane con mediodiablo, con Percy, y con York. J partiría el 11 de diciembre y regresaría a inicios de marzo.

Se armó un escándalo, un tantrum. El grito en el cielo.

-- J: era una sorpresa! te iba a preguntar si querías viajar conmigo
-- N: Crees que soy estúpida?!
-- J: yo no miento
-- N: bla bla bla
-- J: bla bla bla
-- N: es o Australia o yo, tú decides

Frente a la Opera, 1/2d, J, York

The Great Ocean Road

Ese ultimátum nos perseguiría durante tres semanas, hasta The Great Ocean Road. En algún lugar entre Los 12 Apóstoles y Johanna Beach.

Habíamos pasado ya veinte días en Australia. Caleteando de hostel en hostel, desde la costa noreste en Cairns y la barrera de coral, a Airlie, Brisbane, Gold Coast, Byron Bay, Sydney, Melbourne y ya casi exhaustos emprendimos rumbo por The Great Ocean Road.

Geelong, Torquay, Bells Beach, Lorne... Warrnambool... y en algún lugar entre pueblo y pueblo, decidimos estacionar la Jeep y sortear el acantilado a pie. Bajamos hasta una playa completamente desierta, con un océano violento y amenazador. El suelo del océano era indescifrable, las corrientes impredecibles.

Decidimos entrar.

Se puede apreciar la cabeza de J y los palitroques de Percy

Un rip current nos envolvió y nos expectoró veinte metros mar adentro. Vi a Percy, hicimos contacto visual, pero J no estaba. Lo vimos un poco más adentro y alejándose.

Mis recuerdos del rescate no tienen soundtrack. Los de Percy tampoco. O el sonido del mar lo aplastaba todo, o la adrenalina nos hiperenfocó en lo visual y lo cinético.

Moscas o Mojcas?

De vuelta en la Jeep, avanzando hacia nuestro siguiente destino, hubo alboroto, agitación, júbilo, griterío y, poco a poco, llegó la calma y la contemplación. Aún no anochecía, pero la luna nos acompañaba y nos mantenía en silencio.

Percy manejaba y J, del asiento trasero, se acercó y lo tomó del hombro.

"Percy, tú dices moscas... o mojcas?"

Percy lo pensó por unos instantes... "mojcas!"

J se echó a lo largo del asiento y dijo:

"quiero decirles que en ese momento, en esa playa, yo fui feliz"

No nos hablaba a nosotros, se hablaba a sí mismo y a la vez al mundo entero.

Camino de regreso, con la luna