Logística

Llegó el momento de encontrarle el lado bueno a la logística... si continuamos pensando que todas estas actividades logísticas son únicamente quehaceres tediosos que carecen de ningún tipo de belleza, vamos a terminar más amargados que Guillermo Coria.

Logística

Llegó el momento de encontrarle el lado bueno a la logística. Siempre fue así, sólo que no nos dábamos cuenta. Pero ahora, con familia (mejor dicho, con hijos), es evidente: o aceptamos y abrazamos la logística o perecemos por exceso de bilis.

Somos víctimas de la falacia de la planificación. Subestimamos el tiempo que nos tomará completar nuestras tareas, incluso cuando ya hemos subestimado esa misma tarea en el pasado. Y para hacerla más cachasienta, cuando se predicen tareas de otros, la tendencia es la opuesta: se sobreestima el tiempo requerido para concluir dichas tareas (esto ha sido estudiado más allá de la duda por Danny Kahneman and Amos Tversky y corroborado por Yoni Pacheco).

Bueno, más allá de la ciencia del comportamiento, esta realidad nos irrita. Reconocemos la falacia de la planificación con extrema claridad cuando nuestras esposas planean viajes, salidas, recados rutinarios. Les advertimos que están siendo demasiado ambiciosas con los planes del fin de semana, pero no nos queda otra que participar (i.e., obedecer)  🤬.

Los resultados son científicamente predecibles: se quedan cortas con respecto a sus expectativas pero superan las nuestras.

Y claro, también hacemos un poco de hígado con respecto a nuestros propios planes. Por ejemplo, Disneyland.

Disneyland

Visitamos Disneyland el martes. Primera visita en familia. Resultó ser un bonito viaje, con Kai disfrutando de los rides, del parque, de la atmósfera, y de ver a tanta gente por todas partes, y eso que solamente tiene 12 meses de edad.

Salimos de la casa el martes a las 6:30am y regresamos al día siguiente alrededor del mediodía.

Del total de 30 horas de viaje, no pasamos más de cuatro horas en Disneyland.

Pero valió la pena. (En realidad a quien le corresponde decir si valió o no la pena es a Kai, a quien posiblemente no le haya importado un carajo).

By the way, la cantidad de bebes recién nacidos que pululaban el parque de diversiones era asombroso. Achicharrándose, hasta carbonizándose podría decirse, metidos en coches o mochilitas todas apretadas bajo el inclemente sol y la temperatura a 40 grados celsius. Fascinante… cosa de gringos.

Apretados entre logística y logística

Bueno, esas cuatro horas de diversión estuvieron “sangucheadas” entre logística y logística y un poco más de logística en el medio también.

Había que pensar acerca de qué cosas empacar, luego empacarlas, después poner las cosas en la Jeep, y nuevamente pensar en qué cosas aún faltaban.

Alucinamos que saldríamos a las 5:30am, pero en el mundo real salimos una hora más tarde. Y eso que la noche anterior habíamos empacado el 90% de las cosas. Ese último 10% toma tiempo.

Y por supuesto, cuando ya todo estaba listo, Luna (🐱) escapó y tuvimos que perseguirla hasta que finalmente ella misma decidió regresar a casa… y escapar nuevamente.

Como le sobra “lleca”, confiamos en que estaría bien y zafamos.

Manejar en tráfico, parar para comprar café y hacer otras paradas. Llegar a Disneyland, buscar estacionamiento, estacionar.

Decidir qué traer con nosotros (coche, mochila, snacks…). Caminar a la estación para que nos recoja el trencito que nos lleva a la entrada de Disney. Plegar el coche. Subir al trencito. Etcétera.

Suficiente floro, la idea se entiende. Una secuencia prolongada de tareas logísticas que demandan tiempo y esfuerzo para después pasar solamente una fracción de tiempo haciendo la parte divertida.

Belleza en la logística

Si continuamos pensando que todas estas actividades logísticas son únicamente quehaceres tediosos que carecen de ningún tipo de belleza, vamos a terminar más amargados que Guillermo Coria (sorry Guille!).

Tiene que haber manera de asignar por lo menos alguito de diversión al lado logístico de las cosas. Tiene que haber forma…

Próximos viajes

Ya veremos…

Estamos llevando a Kai a acampar por primera vez en las Santa Monica Mountains y luego estaremos viajando a Austin.

Dos oportunidades para poner en práctica el ideal platónico de este post.


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