preámbulo (i.e., floro innecesario)
El pan de cada día: las torpezas.
Yo no sé ustedes, pero creo que llevar niños a restaurantes que claramente no son para criaturas es una vileza para los demás comensales.
Pero aun así terminamos en un restaurante el jueves pasado.
¿Por qué? Porque en casa venían martillando desde hace varios días ("nunca salimos siquiera a tomar una copa de vino, etc.") y mis explicaciones caían en oídos sordos. Qué parte de tenemos un bebe de 17 meses y otro de 1 mes no se entendía?).
restaurante
Escogimos uno que nunca habíamos visitado, según Yelp era "famoso por su flatbread". Mi reacción al entrar fue dar dos pasos atrás y salir. El lugar era sobrio, con techos altos, un bar ordenado, staff bien vestido y atmósfera casi silenciosa, a pesar de que había muchos clientes.
Volvimos a entrar y peguntamos al anfitrión si estaba bien traer niños. El barman y un cliente voltearon a mirar. El anfitrión, un tipo mayor, respondió con calma: "los niños son bienvenidos, es más, tenemos una (1) silla para bebes."
el flatbread y el procedimiento
Como ya he descrito anteriormente, mi procedimiento en restaurantes es quirúrgico en eficiencia y en reducción de estrés (propio y de los demás).
Seguimos el protocolo al pie de la letra, pedimos unos cocteles (spicy margaritas) que bebimos de un solo aventón, ordenamos también el famoso flatbread y, cuando estábamos en el paso 19 (apenas sirven la comida, ponerla en cajas para llevar), mi hijo se puso de pie en la silla y apuntó con el índice hacia no sé dónde.
Listo: señal para empezar la retirada.
Pasar el flatbread del plato a la caja no era nada fácil. Los pedazos eran el doble de los de una pizza. Debí usar las manos, pero por evitar ensuciarme, me la jugué usando tenedor y cuchillo como si fuesen tenazas.
y claro...
... el primer pedazo que levanté se desprendió y fue en caída libre con dirección al suelo. Pero como soy vivo, puse la rodilla y logré contener el flatbread entre una de las sillas y mi rodilla izquierda.
Para que la gente no se diera cuenta de lo que estaba pasando, dejé los utensilios de lado y puse el resto de los pedazos en la caja utilizando las manos. Mientras tanto, miraba alrededor y mi rodilla se iba calentando con la mozzarella, la salsa de tomate, y hasta mayonesa de chipotle.
Como dice Stevens en The Remains of the Day, lo más valioso es la dignidad ("I suspect it comes down to not removing one’s clothing in public."). Salí del restaurante con la frente en alto, cargando a mi hijo en el brazo derecho y el flatbread en el izquierdo. Coloqué temporalmente el flatbread en el techo de la camioneta y acomodé a mi hijo en el asiento trasero.
por lo menos disfrutaremos del flatbread...
... en casa, saborearemos el famoso flatbread. Eso le decía a mi esposa y nos imaginaba en el comedor, sin apuros, con una copa de vino.
Pero esa escena no iba a darse.
Ya en casa, serví el vino, puse los platos en la mesa y, antes de brindar, fui a la camioneta a traer el famoso flatbread. Pero no lo encontraba. Buscaba por todas partes y nada... hasta que llevé la vista hacia arriba y lo entendí todo.
"El campeón del mundo colocó temporalmente el flatbread en el techo de la camioneta..."